septiembre 18 de 2002.
Buenas noches queridas amigas
y amigos:
He leído el tercer libro
de Esteban Elías Correa Posada en tres oportunidades. La primera por
obligación, la segunda para corroborar algunos datos y la tercera por
convicción.
La obligación surgió del
honroso encargo que me formuló el compañero y amigo de siempre, para que
hiciera la presentación oficial de éste, que se convierte en otro ejemplo de su tesón, de su dedicación, de su amor por
la vida. Llegué a sus páginas prevenido, máxime porque en las primeras se encuentra
uno con ese leguaje fuerte, rocoso, ácido que siempre ha caracterizado al
autor. Y cuando uno lee un libro de manera prevenida naturalmente no le
encuentra el deleite al que está llamado la lectura.
Tuve, entonces, que
esperar a tener una mayor serenidad conceptual y personal para emprender el
segundo repaso, a fin de corroborar algunos datos que me permitieran
decorosamente efectuar esta presentación. Ya entonces vi otras luces
importantes en todo el contexto, ya me pude acercar más a sus fondos y formas y
lógico el disfrute fue mayor.
Superada esta etapa
decidí leerlo con amor, con interés, con deseos de entender más sus criterios,
de asimilar temas y de aprender muchas cosas, como por ejemplo la debida
tolerancia frente a lo que uno no comparte, pero que debe conocer como forma de
ayudar al raciocinio que todos debemos tener en la vida.
Tras este proceso decidí
que lo primero que debía hacer con ustedes, lo más posibles y seguros lectores
del libro, era elaborar una serie de sugerencias cordiales sobre la forma de
leer a Esteban Elías.
No vayan a hacerlo cuando
estén en ayunas o cuando se encuentren ofuscados, porque se les incrementará,
necesariamente, la úlcera o la agriera, por incipiente que ella sea.
Si tienen peleas
amorosas, de esas que descuadran el genio y todo lo que esté a nuestro
alrededor, tampoco es el momento de abordarlo.
Ni se les vaya a ocurrir
antes o después de una fiesta, ni mucho menos como forma de hacer dormir a sus
hijos.
Cuidado. El tercer libro
de Esteban Elías contiene material explosivo o inflamable y ni puede leerse
cerca de cuarteles policivos o militares.
Si uno estando bien
aburrido, bien verraco, llega a leer a Elías, corre peligro de suicidio. Porque
a él hay que leerlo con calma, tomando valeriana, soltando risotadas para
sacarle pleno gusto a sus desplantes; como para poder burlarse de un redactor
deportivo de quien afirma que sus conclusiones son “típicas de una dama
figurín, un hermafrodita dormido, un gordito sin emociones, que no juega, ni
jugó ni le sacó gusto a jugar con una pelota y que no sabe ni por dónde se
infla un balón”.
El que lea a Elías sin
conocerlo, se imaginará de inmediato a un solterón, octogenario, mal jubilado,
regañón y uraño.
Con Elías no queda títere
con cabeza. Su guillotina alcanza la más variada colección de seres. Ex
director ejecutivo de la cámara de comercio, alcaldes reconocidos, secretarios
de tránsito o de Gobierno, ahora candidatos a la alcaldía. Ubéimares, Yamides,
Daríos, y Gosaínes, Juan B, Ramos, Cosios, El tiempo, El colombiano, Uribes
pumpum, un tal Juan Camilo de Hacienda, un sapo Cárdenas el de los cafeteros,
Andrés, claro está.
Y no se contenta con
atacar a los de casa sino que se extiende a la Dea, la Cia, la Sony, el FMI, la
Enron, y hasta los desfiles de modas.
Y en esos escrito-ataques
sólo utiliza términos rudos, golpes de gramática, dardos envenenados, ataques
frontales. Pero, a la hora de la verdad,
Elías es uno de esos seres humanos especiales de los que él mismo habla.
Y miren esto: Elías es
ofensivo pero púdico. Tal vez por respeto a las señoras no se atreve a escribir
sobre los putas de Aguadas. Prefiere el pu, puntos suspensivos, de Aguadas.
Curiosa forma de darle vueltas al pensamiento o máxima furia contra quienes
“juegan con la tierra y con todos nosotros: somos su pelota”, como él lo
afirma.
Y es tan curioso Esteban
Elías, que permite que sus libros y escritos se intercambien libremente en
todos los rincones del mundo, menos es Estados Unidos. Vaya paradoja. Si
precisamente el mensaje va, en buena parte, contra los norteamericanos o mejor
para los norteamericanos, para que dejen de invadir el mundo. Al primer idioma
que se debería traducir sería precisamente al inglés. Aunque a los monos ni les
hagan cosquillas la críticas de Elías ni la de todos los Elías del mundo.
A Elias tenemos que
tomarlo más en serio, pero todo parece indicar que en este país de sobresaltos,
los sobresaltos ya no nos sobresaltan. Y eso si es el caos.
El, seguramente, tiene el
secreto deseo de ser alcalde de Medellín, o presidente de Colombia o Gobernante
del mundo. Y para cada una de esas opciones tiene su propio y bien delineado
programa.
Tiene preguntas de una
lógica contundente en nuestro ilógico país. Por ejemplo en PUEBLO II se y nos
pregunta:
“y… ¿Quién es pueblo? ¿El
médico, el ingeniero, el químico?
¿Cuándo ejercen y son “dotores”?
¿…o cuando se jubilan?
¿O…nunca después del grado
o mientras tengan sueldo?
¿Y el alcalde es pueblo
cuando deja de ser alcalde?
Y… ¿por qué no es pueblo
cuando deja de ser alcalde?”
Ahí queda uno impactado.
Yo por lo menos quedé muy impactado. Y me sique sonando la pregunta en forma
insistente.
Pero volvamos al Elías
amigo, al Elías compañero, al Elías dicharachero, al Elías sentimiento.
La primera emoción se
encuentra a boca de jarro cuando el autor hace el recorrido por ese torrente de
sembradores de ideas, por ese encantador grupo de quienes fueron sus profesores
o mejor sus MAESTROS, con mayúscula total.
Ahí encuentro el primer
vínculo con mi amigo porque yo también tuve la inmensa fortuna de compartir con
esos singulares orientadores de vida: Aquí retomo a Elias por completo para
hablar de “Don Sigifredo Ramírez, el bacán que nos abrió a la vida, a la duda,
al análisis.
Don Jaime Villegas
(“Villeguitas”), el amigo. Aquí un breve paréntesis para recordarlo con el que
desde el cielo nos tiene que haber condonado la deuda de la caseta la Cinta
Verde.
Y sigamos.
Y sigamos.
Y a los demás liceístas
inolvidables: Don Marino Ramírez, Don Miguel Ochoa, Don Luis (no Jesús) María
Sánchez, Don Gerardo Tapias Henao, Don Jorge Cárdenas, Don Darío Estrada, Don
Abraham Gonzales, Don Pablo Salazar, Don Luis Restrepo, Don Octavio Ospina, Don
Luis Carlos Arroyave, Don Gilberto Parra, Don Mario Zabala Villegas, Don
Gonzalo, Don Filemón, Don Ricardo Lagoeyte, y Don Hernando Elejalde, “El Loco”
y sabio. El monstruo, maestro de maestros de la magnanimidad y la total entrega, quien nos enseñó a
sembrar, a ser, a aprender en la vida plena, a reír y a llorar como los
gigantes excelsos”
Porque fue con este grupo
de profesores con los que aprendimos inconmensurables lecciones de vida. Con
los que estuvimos en ese QALFA62 que el tiempo ha tratado de destruir pero que
el corazón insiste en reconstruir. Allí sentimos lo que eran responsabilidad e
irresponsabilidad, porque las vivimos, las sentimos, las lloramos y las dejamos
como preseas maravillosas. Dios quiera que este año, cuando cumplimos 40 de ese
Qalfa, y el otro, con los 40 de nuestra promoción fabulosa, tengamos el
reencuentro indispensable antes de que tengamos que emprender el viaje definitivo,
por designios de Dios o por el absurdo querer de quienes combaten ideas y
tertulias con bombas cargadas de asesina metralla.
Y fue por mi pertenencia
a este maravilloso grupo como conocí a una mujer excepcional, a doña Elvia
Posada de Correa, la mamá de Elías, la que tantas veces fue nuestra madre,
amiga y confidente. Elías dice que ella solo era inocencia, dignidad, honor,
pudor, ternura, decencia. Perfecto, pero era mucho más, era oración silenciosa,
lágrima penitente, desvelo por propios y extraños, abrazo sincero, mejor dicho,
madre y amiga sin par. Ella, doña Elvia, está aquí gozosa, porque ahora desde
su eternidad es cuando más nos acompaña.
Aterrizando ya en nuestra
realidad debemos señalar que a Elías hay que leerlo, que merece leerlo, que
debemos leerlo. Eso sí, con alma, sin apuros y teniendo en cuenta las
condiciones que expuse inicialmente.
Elías es tormenta
defendiendo nuestros recursos naturales y nuestras riquezas. Es bandera
enhiesta para denunciar a los corruptos, a esos que se están robando nuestro
país mientras nosotros nos desvelamos en estériles polémicas deportivas.
Es feroz argumentista
para reseñar a los que saquean el patrimonio de nuestros pueblos.
Es un frontal guerrero con su palabra para oponerse a quienes hacen guerra de sangre, de cruces y de viudas.
Es un frontal guerrero con su palabra para oponerse a quienes hacen guerra de sangre, de cruces y de viudas.
Elías propone:
“Que vayan a la guerra, al
campo de batalla, al frente de batalla,
¡Y CON SUS HIJOS!, aquellos
que la aplauden, la piden y la necesitan para defender los privilegios y
tesoros mal habidos…o para conseguirlos…
Que vayan a la guerra
aquellos que…ofrecen (de ahí no pasan)
Pagar más impuestos para
financiar a los que la hacen casi gratis
U obligados por las
circunstancias
Que vallan a la guerra
aquellos que…sólo ponen plata desde un club…
Y nunca ponen
sangre…Aquellos “valientes” firmando cheques…
Que la azuzan desde el
golf, para que no les desconcentren la jugada…”
Elías denuncia que:
“Hay más de 6.000 niños
en la guerra… y ¡ni un general!
Hay más de 6.000 niños en
la calle… de la calle
Hay más de 6.000 niños
¿viviendo? en ranchos de lata
Hay más de 6.000 niños
con hambre en este momento
Hay más de 6.000 niños
sin escuela
Hay más de 6.000 niños
huérfanos y sin amor,
Cogiendo fila… listos
para ingresar a la guerra, al cementerio o a la cárcel, ¡NO TIENEN OTRA OPCIÓN!
El asesinato de Luis
Carlos Galán hizo volar en mil pedazos muchos, muchísimos ideales.
Y también dejó en la más completa orfandad a muchos de los que buscaban con decisión, con honradez, con sinceridad esa salida política esperanzadora. Entre esos muchos, o tal vez pocos a la hora de la verdad, creo sinceramente que está Esteban Elías.
Y también dejó en la más completa orfandad a muchos de los que buscaban con decisión, con honradez, con sinceridad esa salida política esperanzadora. Entre esos muchos, o tal vez pocos a la hora de la verdad, creo sinceramente que está Esteban Elías.
Al lado de ese portento
de honestidad él hubiera podido progresar, no medrar, bajo su sombra. Él
hubiera podido poner en vigencia tantas inquietudes frente a la injusticia y el
silencio cómplice.
Porque Elías hubiera sido
realmente capaz de cumplir muchos ideales, de esos que plantea en esta obra que
debemos analizar con cuidado y con esmero.
Veamos, por ejemplo, de
que se jacta Elías:
“Yo me jacto, no de
resentimiento sino de mi ENESENTIMIENTO activo, protestante, insultante,
respondiente, acusador: dispuesto a no soportar nunca más y a desenmascarar a tanto tiranillo
de todos los pelambres, que se las tiran de dictadorzuelos y sólo son enanos… Crecidos por la cobardía, escepticismo,
impotencia, pereza y aguante (a lo cívica de Carreño) de los resentidos
silenciosos, humildes, frustrados, pobres ciudadanos.
¡VIVA EL SENTIR
EL RESENTIR
EL TRISENTIR
EL ENESENTIR
DE JUSTOS, ALTANEROS
ALTIVOS ACTIVOS!”.
Sería interminable en las
citas de tantos pasajes y momentos de intensidad, de vibración, de emoción que
tiene este tercer libro de Esteban Elías Correa Posada. Pero, eso sí, les pido, les ruego, les suplico a mis
amigos, a los que vayan a tener este libro en sus manos, que no se dejen
derrotar por el primer obstáculo de incomprensión que encuentren en el mismo;
que persistan, que resistan, y que poco a poco (REPITO: POCO A POCO) vayan
devorando sus páginas, llenas de valentía y de testimonios de alguien que es
orgulloso sembrador de ideas. Loa invito a disfrutar del explosivo coctel de
esta noche: el libro EMPU...TAOS
DEL MUNDO CONTRA LOS PUTAS
DE AGUADAS y los
bambucos, boleros y valses, en voces de
exquisito sentimiento.
Elías, servíme
un puto aguardiente. Muchas gracias.
César Pérez
Berrio