En procura de un sueño
Aspiramos a que el país cuente con un sistema de salud modelo, que colme oportunamente las necesidades de todos los que acudan a él.
A lo largo del año que acaba de terminar, los representantes del cuerpo médico nacional estuvimos trabajando con ahínco en busca de la receta que mejor sirviera a la causa de la salud de los colombianos. Por ser los médicos quienes más de cerca vivimos la crisis en que se debate nuestro sistema sanitario, estamos convencidos de que somos los más autorizados para opinar y proponer soluciones.
Siendo así, ¿a qué aspiramos? A que el país cuente con un sistema de salud modelo, que colme oportunamente las necesidades de todos los que acudan a él. No nos mueven intereses políticos ni económicos, que es lo que nos diferencia de quienes han venido manejando el sistema actual y aspiran a seguir haciéndolo. Defendemos, sí, lo que por naturaleza nos corresponde: los principios intemporales que caracterizan el ejercicio profesional hipocrático, es decir, hacerle bien al enfermo, nunca ocasionarle daño. Infortunadamente, la modalidad de ejercicio impuesta por un sistema economicista y deshumanizado llevó a que el médico perdiera su estatus tradicional -comprometiendo su autonomía- y se convirtiera en un simple artesano al servicio de intereses que riñen con el espíritu altruista que exhibía en otras épocas la profesión.
Frente a esta situación, hemos soñado con la posibilidad de que todo colombiano, desde antes de nacer y hasta su muerte, esté amparado por el derecho fundamental a conservar su salud y a recuperarla si la ha perdido. Para ello nacería con un chip virtual, incorporado por cuenta del Estado, independientemente de su condición social, étnica, económica, política, cultural, etc. Desde ese instante dispondría de su tarjeta sanitaria y quedaría registrado en el sistema, lo cual le aseguraría acceder a los servicios a lo largo y ancho del país en el momento requerido. El chip que he mencionado no haría necesaria la existencia de entidades aseguradoras, pues se tendría a la salud como un derecho innato a cargo del Estado, garantizado a través de un sistema único de aseguramiento social.
Teniendo en cuenta que hoy circulan algo así como 45 billones de pesos anuales para sostener el sistema, de los que la mitad se invierte en administración y extravíos, cada colombiano dispondría de un millón, suma suficiente para su atención satisfactoria, a condición de que su manejo fuera correcto, racional. "Si todos sacan, todos ponen" -como diría el exalcalde Mockus-, el Estado respondería por los que no tienen que poner, utilizando recursos fiscales y parafiscales. Los aportes al sistema estarían de acuerdo con la capacidad de pago de los cotizantes.
La administración de los recursos correría por cuenta de un fondo estatal, manejado y controlado por representantes de los sectores público y privado. Asimismo, los servicios serían prestados por una red asistencial pública y privada, de fácil acceso, eficiente y humanizada, con énfasis en la atención primaria. Un subsistema de registro, evaluación e información confiables sería el encargado de monitorear la marcha del sistema. Por último, el Estado, por conducto de los ministerios de Salud y de Educación, promocionaría una cultura sanitaria, que indujera a los derechohabientes al autocuidado de su salud.
Esta apretada visión del sistema de salud con que los médicos soñamos queda a consideración del Ejecutivo y de los hacedores de leyes, a sabiendas de que llevarla a la práctica no es un imposible. Depende de la decisión política de uno y otros. Para lograrlo, se hace inevitable 'pisar callos', como se dice coloquialmente, y anteponer el interés general al interés particular. Creemos que estamos viviendo un momento histórico, de grave responsabilidad social, que no puede ser desaprovechado. Recuérdese que la salud es el bien más preciado de todos los ciudadanos y el Estado tiene el deber de protegerlo.
Fernando Sánchez Torres
¿En procura de un sueño? ¿Cuál sueño esa bobada?
Álvaro, “buena” persona este doctor a ultranza y a minoría absoluta. Limbo. ¿Para qué chip si la persona está presente? Como quien dice él cree que todo comenzaría a cambiar si la cédula en vez de llevarla en el bolsillo la lleváramos pegada al cuerpo en un sitio invisible. ¿No es la cédula y cualquier otro número o documento el invento que remplazó la marca con hierro candente y que no nos deja evolucionar a “SER racionales humanos hermanos libres”, lo que no nos deja salir del jueguito malévolo de esclavos y amos? La claridad de este pensamiento LiRScA va siendo tanta que enceguece y ya no puede mirarse de frente, valientemente y con ánimo y objetivo evolucionista. Los pensamientos pulcros y mesurados que posan de civilizados son de mera conformidad negociadora con el fatalismo corrupto que nos lleva a la autodestrucción temprana. Meros eufemismos y poses doctorales cuando la mayoría del cuerpo está podrido y hay que cercenarlo y cauterizar. Todos tendríamos que cambiar drásticamente, indignados, y sin concesiones a la corrupción propia o ajena, o sea al mal común, sin concesiones de ninguna clase. O Bien Común o nada. O Racionalidad e inteligencia o nada. O Libertad o nada. O Humanidad Hermanada o lo actual que es nada podrida. O espacio vital digno o destrucción prematura en el mismo lodo todos manoseados. O las mujeres asumen su papel matriz, se vuelven dignas educadoras LiRScA y dejan de parir este alud de hijos de puta o esta especie desaparecerá (afortunadamente merecida y prematuramente) de la historia universal sin dejar rastro siquiera…
Un abrazo
eco katío manguruma, empecinado corregidor y rehacedor desde menos de la nada a lo portentoso o si no, no vale la pena ningún esfuerzo. No me contento ni transo con un gol de chiripa o aprovechado por la corrupción del árbitro.
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