Dobleces de Uribe. Crece con los
días el asombro
Por: Cristina de la Torre - El Espectador
Conforme se acercan las
elecciones, una faceta esquiva de su carácter va suplantando en Uribe la
reputada franqueza: una fría disposición a la doblez. Debutante en la
privatización de Isagén, ahora simula escandalizarse porque quieran vender las
acciones que al Estado le quedan en esta empresa.
Ardoroso promotor del TLC con
Estados Unidos y protector de su entonces ministro Uribito cuando se lo pilló
regalando los subsidios de AIS a los ricos, hoy el ex presidente dizque apoya a
los campesinos, que
son víctima de aquellas
políticas. Y, poniendo sordina a su frustrado intento de convertir en rebeldes
políticos a miles de narcos y paramilitares, le indigna que este Gobierno
negocie con terroristas en La
Habana.
Santos empolla, sí, el huevo
neoliberal que Uribe le legó; pero rompe, valiente, el de la “seguridad” que
asfixia el anhelo más sentido de Colombia en 60 años, la paz. Afrenta
intolerable para quien ganó fama y
gloria y votos botando fuego y
en ello cifra su suerte electoral. Como cifra su prestigio Santos en la
finalización del conflicto, aunque por otro lado entrega el remanente de lo
público al capital privado, y con los TLC le inflige al agro estocada de
muerte.
“Los políticos fueron los que
vendieron la patria con los TLC, y ahora resultan haciéndose los `buenecitos´”,
declaró el dirigente campesino César Pachón. Por efecto de la apertura
económica, dice, producir una carga de cebolla cuesta $65.000 y se vende en
$10.000. Guante a la cara de presidente y ex presidente.
Mas en punto al despojo de tierras,
unas son manzanas y otras, peras. Tras apropiarse a la brava de 4 millones de hectáreas,
nada devolvieron a sus víctimas los paras “desmovilizados” en el pasado
gobierno. La Ley de Restitución de Tierras que Santos logró contra la férrea
oposición del uribismo ha debido arrancar con otros predios.
Poco o nada dijo Uribe contra
aquellos despojadores o sus aliados políticos, la tajada más robusta y mimada
de su bancada parlamentaria. Poco o nada, su precandidato Francisco Santos, a
quien señalaron algunos como presunto animador del Bloque Capital de los paras.
Poco o nada, Luis Alfredo Ramos, otro de la baraja uribista, que reconoció
haber tratado con jefes paramilitares; incidentes de la especie que a otros
políticos pusieron tras las rejas. Tan elásticos ellos tratándose del paramilitarismo,
tan rígidos con la justicia de transición hacia la paz.
Al lado de la imprevisible
apertura comercial y del reordenamiento violento del campo, lleva el país dos
décadas desmantelando el Estado. Isagén, uno de sus últimos tesoros, ya está en
venta. El pasado gobierno concentró el proceso privatizador: Ecopetrol,
Telecom, Ecogas, Isagén, electrificadoras, aeropuertos, hospitales públicos que
el entonces ministro Palacios declaraba “no rentables”. En 2007 se vendió el
10% de Isagén, a razón de $1.300 la acción; quince días después, ésta valía
$2.000. El detrimento patrimonial subió a $500.000 millones.
También con Uribe despegó la
privatización de Ecopetrol: se vendió la acción a $1.330 y hoy ronda los
$4.000. Antecedente dramático
del desmonte del Estado empresario, la venta de Carbocol en el gobierno de
Andrés Pastrana, por 400 millones de dólares; a las dos semanas, la empresa
valía US$1.200 millones. Ahora Santos remata con la venta total de Isagén.
Si a Uribe y Santos los
hermana el modelo de apertura y privatización, en política los separa el abismo
que media entre la guerra y la paz. Si el presidente reconsiderara la
insensatez de feriar el Estado; si se decidiera a renegociar el TLC, quedaría
Uribe reducido a solazarse en su imagen propia, en la autocomplacencia de sus
pueriles dobleces.
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