El perdón ofrecido a los dueños de este continente (si lo entregaban sin resistencia) – y si se optaba por la resignación, la sumisión, la obediencia, el servilismo y la adoración a un muñeco clavado en una cruz que los bandidos asesinos codiciosos llamaban el único y verdadero dhioz sin razón alguna-, consistía en la concesión o premio de asumir mansamente el papel del humillado que va a arrastrar de ahí en adelante una vida miserable, aislado y despreciado, sin honor ni identidad, sin dignidad ni libertad, sin autoestima ni pertenencias, sin pensamientos ni ideas ni realizaciones propias, sin más Machu Picchus ni más Pirámides ni más esculturas ni más culturas propias; trasplantado a un mundo desconocido, enfermo, violento, sin sueños ni sonrisas: con la seriedad y la tristeza de asistir a su propia agonía-velorio de un muerto en vida, sin extinguirse… y así han resistido 520 años, que se hacen eternos años en el sufrimiento, esperando callados REPARACIÓN Y JUSTICIA que les devuelva su derecho a vivir natural, en su propio y profundo devenir, sin imposiciones de ninguna clase. ¡Qué intensidad de dolor inaguantable inimaginable que quiero pero no puedo hacer mío también en mi cómoda posición aburguesada heredada por el uso continuo e inevitable del ambiente que me dieron y obligaron y que me taladra desde que nací! Pero me duele, me solidarizo y ahora sé, sin duda, cuál camiseta tengo y tendré puesta hasta mi muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario